viernes, 25 de enero de 2013

Austerlitz

Dafydd Elias crece solitario y con la sensación intensa de sentirse aislado de todo aquello que acontece alrededor. El primer indicio del recorrido que acometerá para intentar desentrañar su desarraigo y el vacío de su interior sucederá después de muchos años de su nacimiento, conociendo parte de su verdadero origen y su nombre real. Desde entonces, Jaques Austerlitz, ajeno a cualquier lugar y extranjero entre todos los hombres, emprenderá, a través de un itinerario que le llevará por muy distintos y significativos lugares de Europa, la búsqueda de una identidad que aunque consigue en parte desentrañar, no le sirve para encontrar su lugar en la tierra.
El narrador, también percibido en modo alguno como alguien ciertamente extemporáneo en lugar, debido a la falta de información absoluta que de él se tiene, conoce al peculiar protagonista en la oscura nave de la estación central de Amberes. Esa es la primera vez en la que entablan relación y a partir de la cual la narración avanza en formato de encuentros en distintos lugares en los que Austerlitz desgrana su historia, por la que cada vez siente más fascinación. En concepto, la narración se sucede en la continuación natural de los acontecimientos a través de los cuales Austerlitz se va descubriendo. En forma, ese hilo narrativo es pinzado aquí y allá, con mayores dilataciones o pequeños detalles, apoyado en ocasiones con información gráfica variada de lugares, objetos y momentos, descripciones excepcionales de arquitectura e historia, convirtiendo al conjunto en un esquema poco usual de novela; un tejido finamente urdido con las hebras de la melancolía y la desazón.
W.G.Sebald
Anagrama, 2002
Alderley Street, lugar de residencia de Austerlitz en Londres y, como a pesar de agarrarnos a la realidad de unos hechos la percepción del lugar y el momento nunca son solamente objetivos.

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