Como tantas otras
cosas a excepción del chocolate, presencia marcada y permanente, la lectura
también tiene momentos, conexiones que emergen a parte de la voluntad
consciente de comprensión.
Pueda ser el caso de mi baile con el tango de la
guardia vieja, que, con el ritmo brusco de su danza y su corte sensual me ha
mantenido en vilo continuo, dando vueltas alrededor de un compañero de baile
del que, después de 500 páginas y 64 años de vida, todavía no sé que pensar. Superviviente
ante todo, caradura y seductor Max Costa conoce a Mecha Inzunza a bordo de un
barco del que, aunque abandonan en prolongadas ocasiones, nunca lograrán volver
a bajar. El sueño de una vida en el primer caso, la realidad imperfecta de
protagonizarla en el segundo, cruzarán sus destinos en tres ocasiones.
Arrabales y humo de locales de mala muerte en Buenos Aires, lujo dorado en una
Niza refugio de las fortunas que huyen de la tumultuosa Europa de los años 30,
sosiego luminoso en la magia azul de la costa Italiana. Con las palabras exactas y una prosa precisa, Pérez-Reverte consigue hacernos deambular por los mismos lugares en los que bailan, en tango continuo, los personajes de esta guardia vieja.
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 2012
Apariencia moderna sobre ascetismo histórico en el Caixa Forum de Madrid. La supervivencia en la adaptación a los tiempos