Después de leer la ópera cotidiana decido investigar un poco más en la obertura que, entre otras, presenta y precede a la obra; vuelvo a Montserrat Roig, en su espera del tiempo de las cerezas, del tiempo de la felicidad; de nuevo ambientado en ese irresistible ensanche barcelonés posfranquista y sus personajes entre aburridamente cotidianos y excéntricamente literarios. Una forma de contar especial y única, en la que los diálogos quedan camuflados en líneas de prosa que desgranan, en un vaivén perfectamente controlado entre el pasado y el presente que construye el tiempo de la novela, la saga de las famílias Calvet y Miralpeix.
Natàlia vuelve a su ciudad natal después de 12 años en el extranjero. Vuelve queriendo entender y lo primero que comprende es que eso no puede conseguirlo con el simple hecho de encontrarse en el lugar donde todo sucedió en algún momento; una Barcelona donde nada es como recuerda pero donde a la vez parece subyacer una película superficial que todo lo pretende matizar de una imperturbabilidad imposible e irreal. Espacios y relaciones excelentemente descritos con una sensibilidad que atrapa, haciendo desear que para todos llegue, el ansiado temps de les cireres.
Septembre 2008
La Butxaca
interior de manzana de RCR. Por todos aquellos espacios que el desarrollo de una ciudad ha
destruído, los mismos que otro desarrollo más tardío intenta recuperar
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