Una novela corta, sagaz, inteligente y envuelta en un permanente desasosiego, todo ello encajonado en cuatro muros de una oficina cualquiera del ya agresivo Wall Street neoyorquino de los 1850's.
Mucho se ha escrito sobre el contexto e influencias bajo los cuales debe leerse el presente texto de Mellville. La pura realidad de su comprensión se mantiene, desde mi punto de vista lecturista, en la cuerda tensa entre lo exasperantemente cotidiano y la locura más inverosímil, dejando al lector en ascuas desmontadas ante la dramática y precipitada historia del obcecado escribiente y su impertérrito preferiría no hacerlo, tras el cual hay poco que decir pero mucho que contar.
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