domingo, 19 de febrero de 2012

El imperio de los signos

Aunque esta vez sea sin zapatillas (ver entrada "de que hablo cuando hablo de correr"), con Roland Barthes viajamos a la magia del país del sol naciente. Un ensayo delicado y sutil, atento a aquellos aspectos irrelevantes que en muchos casos, hacen de la sencillez un arte. Es posible que exista algo de imparcialidad en mi opinión hacia todo lo referente a la cultura japonesa; única y etérea me fascina en todos los sentidos. Es posible que, al fin y al cabo, un gesto con un pincel, una manera de comer, o el tabique de una casa, sean objetos similares en cualquier lugar del mundo, es posible que a un único trazo no se le pueda llamar arte, ni poesía a las pocas palabras de sus haikú, pero el autor consigue que lo creamos en este texto con más de un argumento que podría convencer al más escéptico.

La tarde, el otoño,
pienso tan sólo
en mis padres (haikú)

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