Cojo la novela con las ganas felices con las que Massimo coge sus primeros nueve años de vida, en el ambiente familiar estable y dichoso en el que todo crío desea crecer. Tras una temporada extraña y de ausentes sonrisas, su vida termina de truncarse ante la repentina muerte de su madre, de la que nunca logrará recuperarse.
Mi fervor lector disminuye entre páginas que, aunque construyen una historia bien llevada, generan cierta sensación de hastío en la actitud negativa y desolada ante cada vivencia del protagonista, permanentemente envuelto en la duda y desamparo, de un presente que se sucede insulso y sin ningún tipo de anhelo, del pasado que nunca fue. Puede ocurrir que cuando pierdes algo importante pases un tiempo reencontrándote a ti mismo, construyendo tu ser con unas piezas al principio desconocidas, quizás odiadas, pero al fin y al cabo las restantes en el juego que nos queda por vivir. Algunos pensamientos bien expresados entre una prosa mayoritariamente rápida, directa y sin complicaciones lingüísticas bañada por un optimismo que solo llega al final ante el descubrimiento del secreto 40 años guardado.
Massimo Gramellini
Editorial destino
Octubre 2012
porque a veces, existen situaciones en la que nos cuesta volver a poner los pies en el suelo
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